El Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) es una condición neurológica que afecta a cómo se desarrolla y funciona el cerebro. Es decir, las personas con TEA perciben y entienden el mundo de una forma diferente.
A día de hoy, no se conoce una única causa que lo provoque. Se cree que puede haber un componente genético, y que ciertos factores del entorno también influyen. Lo que sí sabemos es que no se debe a una mala crianza ni a nada que los padres hayan hecho mal.
Índice
¿Cómo se vive el autismo en el día a día?
Las personas dentro del espectro pueden tener dificultades para comunicarse o relacionarse socialmente. También pueden presentar comportamientos repetitivos o tener rutinas muy marcadas que les ayudan a sentirse seguros.
Algo importante: el autismo no tiene un aspecto físico reconocible. No hay ningún rasgo externo que lo indique. Se manifiesta a través del comportamiento, la forma de pensar y de interactuar con los demás.
Cada persona con TEA es un mundo
Las siglas TEA nos recuerdan que se trata de un espectro muy amplio, con muchísima diversidad. A pesar de que en España se comprendan 3 grados, no hay dos personas con autismo iguales.
Por ejemplo, puedes conocer a una persona con TEA que hable tres idiomas y otra que se comunique con pictogramas o lenguaje asistido. Un niño puede ser muy cariñoso, otro muy literal, otro muy sensible a los ruidos…
Lo que sí comparten todos, en mayor o menor grado, son dificultades para entender las normas sociales no escritas y una forma de pensar más rígida o centrada en intereses específicos.
¿Cómo puedo saber si mi hijo o hija tiene autismo?
Detectarlo pronto es clave. Cuanto antes se identifica, antes se puede dar el apoyo adecuado. Eso marca una gran diferencia en su desarrollo y calidad de vida.
Si sospechas que algo no va del todo bien —como por ejemplo si tu hijo no responde cuando le llaman, no mantiene contacto visual o juega de forma muy repetitiva— es buena idea comentarlo con tu pediatra.
👉 En este enlace de la Asociación Española de Pediatría tienes más información sobre señales de alerta.
Entonces… ¿el autismo es una enfermedad?
No. El autismo no es una enfermedad. No tiene cura porque no es algo que haya que “curar”. Es una manera distinta de procesar la información y relacionarse con el entorno.
Para que algo sea una enfermedad, debe tener una causa clara, unos síntomas iguales para todos y un tratamiento que la elimine. El autismo no cumple con ninguna de esas tres cosas. Por eso hablamos de una condición del neurodesarrollo.
Lo que sí ocurre es que, con el apoyo adecuado, las personas con TEA pueden desarrollar al máximo su potencial y tener una vida plena, autónoma y feliz.
4 Mitos que debemos desmontar sobre el autismo
A pesar de que cada vez hay más información sobre el TEA, todavía circulan muchas ideas equivocadas que dificultan la comprensión real del autismo.
Aquí te dejamos cuatro de los mitos más comunes… y por qué no son ciertos:
“Las personas con autismo no tienen emociones”
Nada más lejos de la realidad. Las personas con TEA sienten alegría, tristeza, amor, frustración… como cualquiera.
Lo que ocurre es que a veces tienen formas distintas de expresar lo que sienten, o les cuesta identificar sus emociones y las de los demás. Pero sentir, sienten, y mucho.
“El autismo siempre va ligado a discapacidad intelectual”
Aunque algunas personas con TEA pueden tener discapacidad intelectual, no es algo que vaya unido de forma automática. Hay personas con autismo con capacidades cognitivas medias, altas o muy altas.
De hecho, muchas veces lo que falla es la manera en que el entorno interpreta sus necesidades.
“No quieren relacionarse con nadie”
Las personas con autismo sí quieren conectar con los demás, pero muchas veces no saben cómo.
Las normas sociales no explícitas (como cuándo intervenir en una conversación o cómo interpretar gestos) pueden resultar confusas. Lo que necesitan no es aislamiento, sino comprensión y paciencia.
“El autismo se puede curar con terapias alternativas”
Como bien te decíamos un poco más arriba, el autismo no es una enfermedad, así que no necesita una cura.
Algunas terapias no reguladas prometen resultados milagrosos, pero pueden ser peligrosas o incluso contraproducentes. Lo que sí funciona es el acompañamiento profesional, la educación adaptada y el respeto a la forma única de ser de cada persona.
¿Cómo se diagnostica?
A diferencia de otras condiciones, no existe una prueba médica (como un análisis o una radiografía) que diga si alguien tiene TEA o no. El diagnóstico se basa en la observación del comportamiento y en la historia personal y familiar.
Este proceso lo lleva a cabo un equipo profesional —normalmente compuesto por especialistas en medicina, psicología, educación y trabajo social— que valoran aspectos como la comunicación, la interacción social o los patrones de conducta.
Lo mejor es hablar con tu pediatra o médico de cabecera, que sabrá guiarte y derivarte a los profesionales adecuados.
Si tienes dudas, también puedes escribirnos por WhatsApp y te ayudaremos en lo que esté en nuestras manos.